Hace 4 años algunos miembros de la Asociación de Dirección Pública Profesional[1] publicamos un artículo en que defendíamos que, entre todos, debiéramos contribuir a acabar con el tópico de que la política ha de ser un ejercicio al que se puede llegar sin ningún bagaje previo, en consecuencia escasamente retribuido y por ello poco atractivo para los mejor cualificados.
Después de ese tiempo vemos que, en este mes de junio del 19, según el CIS, “los políticos en general, los partidos políticos y la política” sigue siendo el segundo problema nacional, por detrás de “el paro”, y el tercero “la corrupción y el fraude”.
Por eso nos parece útil volver a recordar ahora, cuando se están constituyendo buena parte de los equipos de gobierno, las ocho competencias básicas que han de tener esas personas que están en contacto, desde el primer nivel, como miembros de los equipos de gobierno[2], con las personas de esa misma condición política pero de segundo nivel con los órganos de gestión de las Administraciones, que, en ocasiones, se encuentran al frente de organizaciones de miles o decenas de miles de empleados y presupuestos de decenas (o cientos) de millones de euros, que deben garantizar el funcionamiento de nuestra economía, seguridad, salud, educación, movilidad, etc.
No acostumbramos a señalar, en ese nivel, asuntos que tengan que ver con su titulación, su formación académica, su conocimiento de idiomas, o su experiencia laboral en el terreno público o no, porque de eso ya se ha escrito con contundencia, sino al saber hacer y a la capacidad ética, de esas personas.
Si, como dictan los expertos en la materia, entendemos por competencias los conocimientos - no necesariamente la titulación, como hemos indicado - y las habilidades que una persona dispone para el desempeño de un determinado puesto o tarea, se trataría de contestar a la pregunta: ¿qué debe saber hacer ese perfil de político de primer nivel para realizar sus funciones decisorias sirviendo al interés general y cumpliendo los objetivos del gobierno al que pertenece o le supervisa? Debemos acordar, de entrada, que ese, el suyo, no parece un trabajo sencillo. De hecho, en la práctica, exige una enorme dedicación y sacrificio personal.
Vamos a recordar y describir aquí las ocho capacidades básicas de un gobernante.
1. A nuestro entender, en estos tiempos, una persona que se dedica a la función política debería saber ser ejemplar en su comportamiento público, esto es, qué hace en relación con lo que es común, las necesidades que analiza, las propuestas que formula y los programas y proyectos que supervisa. Y en el comportamiento particular qué hace con lo que es privado- sus relaciones familiares, sus obligaciones civiles, la gestión de su patrimonio...- pero que pueda tener efectos públicos, en unos momentos en los que el escrutinio es cada vez más implacable. Debe conocer, así, los posicionamientos y las infraestructuras de integridad más avanzados.
2. En cualquier momento, una persona que se dedica a la función política debe tener una extraordinaria capacidad de comprensión e integración del entorno en el sistema de toma de decisiones, identificando bien los problemas comunes, anticipándose a ellos en la medida de lo posible, y contribuyendo a formular las políticas internas y externas que movilizan a la organización e impactan en la ciudadanía, y usando las modernas fórmulas de participación ciudadana presencial y tecnológica. Debe, entonces, saber escuchar, analizar críticamente y conocer las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la información para la gestión relacional con los grupos sociales.
3. Esas personas tienen que disponer de visión estratégica una mirada a medio y largo plazo y capacidad de gobernar desde una posición multinivel que se pueda adaptar al entorno cambiante, creando coaliciones de interesados administraciones, organizaciones no gubernamentales y el sector privado, las organizaciones y los gobiernos internacionales, para lograr metas comunes al estilo de la gobernanza. Deben conocer, pues, los mapas de competencias e incumbencias de las entidades públicas y privadas que concurren en su ámbito competencial y estar dispuesto a actualizarlos y dinamizarlos para alcanzar esas metas comunes.
4. Es necesario que sean líderes organizacionales pero especialmente del ámbito de decisión que les ocupa, tomando la iniciativa en respuesta a las nuevas realidades y demandas de la sociedad. Debe estar dispuesto, pues, a considerar la organización que gobierna como parte de un todo mucho mayor que en ocasiones es más influyente y generador de impactos de todo tipo, esperados y no esperados, que la propia institución.
5. Las personas que se dedican a la función política necesitan formular bien los objetivos y las prioridades de acuerdo al programa de gobierno, la misión de la organización y los datos de contexto, alineando las metas organizacionales y las expectativas de los ciudadanos, diseñar políticas públicas, consistentes y sostenibles, impulsar su evaluación y rendir cuentas. Deben poder acabar de dar operatividad y temporalidad al programa electoral, adaptar en su caso, la parte correspondiente, al programa de gobierno y ponerlo en relación con el diseño de las políticas públicas y, con las herramientas de participación y evaluación, poder determinar avances o errores y rendir cuentas ante la sociedad en el sentido ancho de la accountability.
6. La capacidad de comunicar de forma efectiva, hacia los empleados, ciudadanos y otros grupos de interés, debe ser una habilidad consustancial a la persona que se dedica a la función política, y hoy, además, la de gestionar con transparencia. Debe conocer las posibilidades que brindan los instrumentos, las estrategias y las técnicas de comunicación personal, grupal y de masas, y los de las nuevas políticas de transparencia, porque cada día más la ciudadanía reclama más información, de más calidad, mejor proporcionada y accesible.
7. Las personas que se dedican a la función política están llamadas a impulsar la innovación y traer nuevas ideas y soluciones a la administración pública, por lo que debe tener predisposición, entre otras cosas, a aprender de forma continua. Deben generar espacios para la generación de nuevas ideas en su organización y en su ámbito competencial e impulsar decididamente el aprendizaje a lo largo de toda la vida laboral, también para las personas de su misma condición política.
8. Estas personas, en uso de esas anteriores capacidades, podrán seleccionar y dirigir equipos profesionales, creadores de valor público, implementando o profundización, según el caso, la dirección pública profesional. Deberán integrar y empoderar personas con suficiente trayectoria en gestión pública, alta formación y conocimiento experto de la materia, con acreditación competencial suficiente.
En fin, estas líneas están inspiradas por el desempeño real de muchas personas que se dedican a la función política, que deberían servir de ejemplo para el resto de sus colegas, con la intención de contribuir a poner en cuestión ese tópico que comentábamos al principio.
E. Pérez Alonso, C. Suso, M. Serrano, R. Martín, C. Hernández, I. Bermúdez, B. Ferrer, F. Cerezo, F. del Prado, A. Moro, R. Serrano, G. Bustos, J. Bustamante, M. Castaño, MJ . Suasi, E J. Varela, F. Monar, son miembros de distintas organizaciones y Administraciones del territorio estatal – Andalucía, Galicia, I Baleares, Cataluña, Madrid, Navarra y C Valenciana - y de la Asociación de dirección pública profesional. @AsocDPP
Julio de 2019
[1] Fernando Monar y Rodrigo Martín, publicado en Zoom News el 4/3/2015.
[2] Personas que dependen jerárquica e inmediatistamente de las presidencias de los gobiernos, esto es, al frente de los ministerios en la AGE, las consejerías en las CCAA, las áreas en Diputaciones, Consells y Cabildos, las concejalías en Ayuntamientos…